
La película comienza mostrándonos al protagonista, Gal (Ray Winstone), tirado al sol como si fuera una foca, bronceándose junto a una pileta. Mientras se pasea por el solarium de su fastuosa casa, repentinamente, desde una lomada vecina, cae rodando una enorme roca que le pasa volando por encima para aterrizar en medio de la pileta. Asombrado, Gal se queda mirando incrédulo lo ocurrido. Esa sorpresiva y peligrosa aparición no es más que el preanuncio de lo que se está por venir en su vida. Y eso que se está por venir es ni más ni menos que su pasado.

La historia del ex criminal al cual su pasado lo persigue no es nueva, pero este film logró revitalizar esta vieja fábula. El director Jonathan Glazer realizó un notable trabajo tanto en el ritmo del film como en su aspecto visual. Veterano director de videos musicales, en su debut cinematográfico evitó caer en la simple estética de ese formato, logrando imprimirle una personalidad distintiva a la cinta, gracias a un buen número de interesantes recursos estilísticos. Su dinámico estilo realza no sólo a la historia sino a cada uno de los personajes. Es el tipo de película cuya trama va creciendo a la par de sus protagonistas, de quienes vamos conociendo su pasado a medida que avanza el film, lo que hace que nos interesemos cada vez más por lo que va ocurriendo. Don conoce la historia de todos los personajes, y no tiene ningún problema en revolver la basura que ellos se han encargado de meter bajo la alfombra todos estos años.

Las actuaciones son brillantes. Ray Winstone da vida a un tipo que supo ser un “pesado” criminal pero que hoy sólo quiere vivir la buena vida, tranquilamente. A diferencia de muchos roles suyos, Winstone aquí hace de la víctima, aportando al papel las dosis justas de vulnerabilidad y furia encerrada. Por su parte, Ben Kingsley realiza una sobreactuación memorable. Como ya dije alguna vez, la sobreactuación es un recurso que, bien utilizado, puede ser fabuloso (recordar a Day-Lewis en Petróleo Sangriento). En este caso, el actor que alguna vez interpretó a Gandhi se pone en la piel de alguien que es lo opuesto a esa figura histórica. Don Logan es un personaje insensible, distante y explosivo, que se maneja con la frialdad y persistencia de un robot. Kingsley (nominado al Oscar de reparto) entendió que, para dejar una marca, debía ir hasta el fondo con este personaje, llegando a extremos tan exagerados que rozan lo humorístico. Y esa es justamente una de las claves del film: cuán divertido es ver a Don atormentar psicológicamente a quienes lo rodean. Es una de esas actuaciones que llenan la pantalla y nos recuerdan que los personajes más sombríos suelen ser los más atractivos. También es destacable la presencia de Ian McShane (de la serie Deadwood), quien brinda una actuación sobria y sinuosa como Teddy Bass, el siniestro capo de la organización criminal.
En suma, un pequeño gran film. Divertido y oscuro a la vez. Y que es considerado por algunos especialistas como uno de los mejores filmes británicos de todos los tiempos. No sé si será para tanto, pero estoy seguro de que está entre mi lista de favoritos. Con eso me alcanza.
Para cerrar, un par de videos. Uno del comienzo de la película, con roca incluida; el otro, una muestra de la exagerada locura de Don. No se necesitan subtítulos. Casi todas las palabras son "Fuck".