martes, 25 de noviembre de 2008

Películas favoritas: Vida acuática

Hay artistas por los cuales uno siente una debilidad especial. Tipos que te llegan hasta las entrañas. Que te fascinan. Que nunca te defraudan. Y a los que les perdonás todas sus falencias. Esta clase de afinidad, generalmente, va más allá de la razón. Se produce por motivos relacionados con lo emocional, difíciles de explicar lógicamente. Con Wes Anderson (Rushmore, The Royal Tenenbaums), yo siento esa proximidad. Sus filmes son imperfectos y reiterativos (en especial desde lo narrativo y lo visual), pero por las cosas que cuenta, y por la forma que tiene de hacerlo, siempre encuentra en mí a un receptor ideal.

Vida Acuática (The Life aquatic with Steve Zissou, 2004) es, tal vez, su film más “errático” y menos característico. Pero es uno de mis favoritos. La historia gira en torno a Steve Zissou (Bill Murray, actor fetiche de Anderson), un decadente y apático oceanógrafo-documentalista, al estilo de Jacques Cousteau, que pierde a su mejor amigo en las fauces de un enorme tiburón Jaguar y que organiza una misión/venganza para cazarlo. Esta situación, sin embargo, es sólo una anécdota que sirve para dar arranque a la trama, que en sí misma es bastante vaga. El punto central de la película está en la aparición de Ned Plimpton (Owen Wilson, otro fetiche), un supuesto hijo de Zissou, fruto de una vieja relación, quien terminará uniéndose a su tripulación. Así, la película aborda el tópico favorito de Anderson, omnipresente en toda su filmografía: la relación padre-hijo. Pero también aparecen aquí otros temas recurrentes en su obra, como la muerte, las decepciones amorosas, la soledad y la búsqueda de la inocencia perdida.

Como dije, la película tiene una forma bastante libre y no sigue una estructura muy lógica. Se mueve, haciendo una analogía algo fácil, como un barco en el agua. Mansamente. Una vez que la nave zarpa, se van sucediendo distintas situaciones, pero todo tiene un aire medio colgado, por no decir “fumado” (de hecho, el personaje de Zissou aparece más de una vez dándole al faso). Estará en cada espectador decidir si el film es un viaje inútil sin rumbo aparente, o una travesía relajada y ampliamente disfrutable, de la cual no importa tanto el destino. Yo, desde ya, me quedo con la segunda opción, tomando a la historia como una especie de road movie acuática, donde lo importante es el viaje en sí y las relaciones que se van dando entre los protagonistas.

Como buena película de Anderson, todo es medio surrealista y visualmente impactante. Las criaturas submarinas, por ejemplo, parecen más personajes fantásticos de una fábula que seres reales (algo que se puede aplicar también, en cierta medida, a los personajes humanos). Y el Belafonte (así se llama el barco) está estructurado internamente casi como una escenografía teatral, cortada transversalmente para que veamos lo que ocurre en sus distintos ambientes. Todo tiene un aire de (retorcida) fábula infantil. Los integrantes de la multicultural tripulación, como es esperable, son bien pintorescos. Están Klaus (Willem Dafoe), el alemán que siente celos de Ned al considerarse él mismo como un hijo de Zissou; Pelé (Seu Jorge), un brasileño que se la pasa cantando canciones de David Bowie (estilo bossa nova); Vikram, un hindú con turbante y todo; Wolodarsky, Renzo, Drakoulias y así... Completando los personajes principales figuran Anjelica Huston, como la comprensiva pero distante ex mujer de Zissou; Cate Blanchett, como una belicosa periodista que sube a bordo para hacer un reportaje especial; y Jeff Goldblum, como el millonario colega/némesis de Zissou.

Una de las cosas que me encantan de los filmes de Anderson es su música. Siendo yo un fanático del rock de antaño, no puedo más que sentirme a gusto en medio de tanta melancolía retro. Nick Drake, Nico, Van Morrison, John Lennon, Cat Stevens, The Who y The Kinks son algunos de los artistas clásicos que suelen adornar sus películas. Pero para Vida Acuática, Anderson eligió utilizar a quien es uno de mis músicos favoritos: David Bowie. Y a su etapa más brillante, la de principios de los ’70. Así, la música del Duque Blanco es una presencia constante en esta cinta, ya sea en la forma de los excelentes covers hechos por Seu Jorge o en sus versiones originales. El simple hecho de ver un film tan hermosamente filmado como este, y con esa banda de sonido, significa un gran deleite para mí. Pero aquí entran en juego esos factores tan personales y subjetivos de los que hablé al comienzo. Quien no valore estos elementos, seguramente no encontrará tantas cosas de interés en esta delirante película.

Entiendo a la gente que no disfruta de las pelis de Anderson, y más aun a quienes señalaron a este film como un punto bajo de su filmografía. Pero yo agradezco que haya un tipo que filme películas como estas. Películas que, en algún punto, siento que fueron filmadas para satisfacerme a mí solo. O a cualquier otro enfermito que, como yo, piense que ver a Bill Murray porreándose en la punta de un barco, mientras suena "Life on Mars" a todo trapo, es como tocar al cielo con las manos.

Termino, justamente, con los créditos de cierre del film, en los que Seu Jorge canta "Queen Bitch", del gran David Bowie.


domingo, 23 de noviembre de 2008

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Puse en la columna de la derecha un apartado para que se vayan agregando mis "seguidores". No estoy muy seguro de para qué sirve. Creo que a los que se anotan, les llegará un aviso cada vez que yo haga un posteo nuevo. Si algún blogger más informado sabe mejor que yo las funciones de esta herramienta, le agradeceré que me desasne. Mientras tanto, no sean garcas, y anótense. Gracias.