Hay películas que a uno le llegan de manera imprevista. Filmes que uno desconocía, o de los cuales no esperaba nada, y terminan convirtiéndose en obras fundamentales o, al menos, en películas con las cuales se genera un nexo especial. Éste es uno de esos casos. Un musical glam sobre una historia de amor homosexual terminó convirtiéndose en una de mis películas favoritas. Quién lo diría.
Hedwig and the Angry Inch (2001) fue escrita, dirigida y protagonizada por John Cameron Mitchell, quien adaptó su propia obra de teatro musical. La historia es increíblemente original, por lo que vale la pena explicar su argumento con cierto detalle. Hansel (Mitchell) es un joven gay (muy femenino) de Alemania del Este (pre caída del Muro) que se enamora de un soldado yanqui con quien decide casarse y mudarse a Estados Unidos. La madre de Hansel, entonces, le consigue un pasaporte falso con el nombre de ella (Hedwig). Pero para pasar los exámenes médicos y poder salir del país como un matrimonio, Hansel antes debe someterse a una operación de cambio de sexo. La operación, fraudulenta, no es del todo exitosa, y si bien sirve para que la nueva Hedwig abandone el país, lo deja con la “pulgada enojada”, el híbrido órgano sexual al que se refiere el título del film.
Pero la vida matrimonial de Hedwig en USA pronto se desdibuja. Al año de casados su marido la abandona por otro hombre. Confundida y sola, Hedwig forma una banda de rock (¡compuesta por mujeres coreanas!) y se gana la vida trabajando como niñera. Es así que conoce a Tommy (Michael Pitt, en la foto de acá arriba), un tímido adolescente con quien comienza una íntima relación en la que Hedwig le enseña todo lo que sabe sobre música... y sexo. Luego de un tiempo, durante el cual escriben juntos algunas canciones, Tommy deja a Hedwig y emprende una exitosa carrera musical. Lo peor del caso es que, para ello, se vale de todas las canciones compuestas por Hedwig, pero sin darle crédito alguno. A partir de allí, Hedwig, despechada, emprende una gira paralela con su banda, The Angry Inch, actuando en bares y restaurantes de mala muerte, con nula repercusión de público, y buscando el merecido resarcimiento.
Todo este argumento, que parece un delirio difícil de seguir, en la peli está muy bien contado, de manera original, irónica y divertida. La narración está a cargo de Hedwig, quien cuenta su historia principalmente a través de los números musicales. Si bien no es un musical en sí mismo, ya que no hay diálogos cantados, la trama avanza y se explica a través de las canciones interpretadas por Hedwig a lo largo del film. Se podría decir que la peli es heredera, al menos en tono, de The Rocky Horror Picture Show. Al igual que ese clásico de culto, se nutre mucho del glam rock de David Bowie y Marc Bolan y de esa estética y sentido del humor típicamente gay.
La música del film es extraordinaria. No sólo las letras son interesantes y profundas, sino que las canciones son excelentes, con melodías pegadizas y muy bien ejecutadas. El estilo es puramente glam, con esa onda que navega entre el rock, el punk, el vodevil y las grandes baladas. Y
Mitchell se destaca como cantante (además de como actor), siendo una especie de mezcla reventada entre
Bowie y
Johnny Rotten.
Hedwig... es una de esas películas que se aman o se odian. Si no “pegás” onda desde el principio, es muy probable que te quedes afuera. Pero si tenés la mente abierta, sos amante de la buena música y te interesan las historias originales, te vas a encontrar con un film inolvidable.
Lo más destacable de la peli, además de su imaginería visual y conceptual, es que, en definitiva, se trata de una historia de amor. Rebuscada, retorcida y poco convencional. Pero historia de amor al fin. Durante toda la película,
Hedwig trata de entender por qué
Tommy lo traicionó de esa manera, si él lo único que hizo fue amarlo y protegerlo. De hecho, y a pesar de todo lo ocurrido,
Hedwig sólo busca reconciliarse con
Tommy. El mensaje, en definitiva, es que todos necesitamos alguien a quien amar. Y que, más allá de las circunstancias, podemos perdonar lo que sea al ser amado. Un film brillante: divertido, atrevido y, en última instancia, emotivo.
Cierro con un par de videos, para ver si les pica el bichito a aquellos que no la vieron. Y para que la vuelvan a disfrutar aquellos que sí.