miércoles, 25 de febrero de 2009

No es que tenga nada de malo...

Sean Penn es, sin lugar a dudas, uno de los mejores actores de EEUU. Un tipo que, además de su calidad actoral, posee una integridad en su vida pública que empapa su labor artística. Sorprendentemente, hace más de una década Penn había anunciado su intención de retirarse de la actuación, para dedicarse a escribir y dirigir. Por suerte, eso no ocurrió. Y así fue que hemos disfrutado de su trabajo en películas como Dead man walking, She's so lovely, Sweet and Lowdown, Hurlyburly, My name is Sam, 21 Grams y The assassination of Richard Nixon, entre otras. En conclusión, opino que se merece largamente todos los premios que le den. PERO, debo decir que las dos veces que recibió el Oscar a Mejor Actor, me dejaron una leve sensación de injusticia.

Cuando en el año 2004 Penn obtuvo el premio por Mystic River, estaba también nominado Bill Murray por Lost in Translation. Y las apuestas principales estaban divididas entre ambos actores. Pero había, con Murray, una sensación de cosa irrepetible. Su sutil actuación en el film de Sofía Coppola tenía la palabra "clásico" escrita en todos lados. Y, para Murray, ganar el premio era una especie de "ahora o nunca". Pero la Academia se decidió por Penn. Y si bien su labor en el film de Eastwood fue excelente, el premio pareció más un reconocimiento a su trayectoria que a esa actuación en particular (de hecho, de ese mismo año muchos habían elogiado más su labor en 21 gramos).

Ahora, Penn vuelve a ganar el premio en otra aparente competencia de dos, en esta oportunidad "contra" Mickey Rourke. Y también en este caso había, con Rourke, la sensación de algo único. Primero, por la inestable carrera del actor. Y segundo, y principal, porque su personaje "The Ram" Robinson parece destinado a colarse entre los clásicos del cine. Algo que no creo que ocurra con el Milk de Sean Penn, mas allá de que se trate de una soberbia interpretación. La diferencia radica en que lo de Mickey fue una creación absoluta, un personaje único y original coronado por una actuación intensa y sensible. En cambio Penn, que recreó de manera brillante la vida de Harvey Milk, no nos sorprendió con su labor. Es un trabajo irreprochable por parte de un gran actor. Pero le falta ese toque "mítico" que al otro le sobra. En mi opinión, la Academia se inclinó en este caso por lo más políticamente correcto. Y por quien iba a brindar un discurso ideológicamente interesante y afín (Rourke le hubiera mandado besos a su fallecida perrita Loki).
Desde ya, esta es una visión completamente personal. Cuando se trata de gustos, nadie tiene la razón. Y repito, Sean Penn es un actor que admiro y que merece culminar su carrera con cinco Oscars en su repisa. Pero los dos que logró hasta ahora, personalmente, me dejaron un gustito amargo en la boca. Espero que en su próximo Oscar (que seguramente ganará), no me ocurra lo mismo. Es más, si quiere se lo entrego yo mismo, que soy mucho más divertido que el amargo ese de De Niro...