Muchas veces ha surgido el debate de por qué la crítica ensalsa ciertas películas que luego el público no encuentra tan atrayentes. Esta situación tiene muchas razones y explicaciones. Y es un tema casi inacabable del cual seguramente escribiré más de un posteo. Una de las razones de esta distancia entre crítica y público se da porque los críticos valoran ciertos aspectos de las películas a los que el gran público deja de lado o no presta atención. Estos aspectos se relacionan generalmente con cómo está realizada una película. Los especialistas prestan atención, por ejemplo, a ciertos elementos que aparecen en los filmes (guiños del guion, homenajes a otras películas) o a como está filmada. Pero esto no significa que el público hace mal en no notarlos. O en restarles importancia. Creo que el cineasta que hace filmes sólo para entendidos es un snob. Pero también me parece que está bueno que se preste atención a detalles como estos que, a veces, escapan al ojo poco atento. El plano secuencia es uno de esos artilugios que los críticos aman y que, muchas veces, pasa inadvertido para el público general.
El plano secuencia es una toma continua, que suele durar varios minutos, en la que no se observa ningún corte de edición. Y se suele valorar este recurso porque, generalmente, la puesta en escena de estas tomas es muy elaborada y requiere de una coordinación muy importante de todos los involucrados en el film, tanto detrás como delante de la cámara. Suelen requerir una coreografía muy estudiada y practicada.
Recientemente se vio un extraordinario plano secuencia en Atonement (Expiación, en Argentina), en el cual el protagonista va recorriendo una playa, en plena Segunda Guerra Mundial, donde se observan toda clase de locuras y atrocidades propias de la situación. Sin embargo, al ver esa escena (admirablemente filmada) me surgió una pregunta que suele ocurrir ante este tipo de planos: ¿hasta qué punto este recurso era funcional al relato y no una mera muestra de virtuosismo por parte del cineasta? Responder esa pregunta es difícil y depende de cada caso. Si quieren ver otra película con un par de planos secuencias admirables les recomiendo Niños del hombre, de Alfonso Cuarón. Para mí, uno de los mejores filmes de los últimos años.
Para culminar, les dejo dos planos excelentes. El primero pertenece a Touch of Evil, un clásico de Orson Welles. Para variar, Welles marcó un hito con esta escena, una de las primeras de su tipo. El segundo pertenece a Boogie Nights, aquella gran película de Paul Thomas Anderson. En ambos casos se trata del comienzo mismo del film, así que aunque no los hayan visto, no se estarán enterando de nada del guion.