martes, 2 de febrero de 2010

Vivir al límite


Título original: The Hurt Locker (USA, 2009) / Dirección: Kathryn Bigelow / Elenco: Jeremy Renner, Anthony Mackie, Brian Geraghty, Guy Pearce, Ralph Fiennes, David Morse, Evangeline Lilly / Duración: 131 minutos

Ah, el difícil arte de criticar… ¿Cómo hago para explicarles que la película más elogiada del año en USA (ver aquí), a la cual muchos especialistas norteamericanos señalan como una de las mejores de la última década, y que acaba de ser nominada a 9 premios Oscar me haya decepcionado? Es fácil, en realidad. Esto es cine, y todos tenemos la razón a la hora de opinar. El arte, realmente, no puede cuantificarse (por ello estoy pensando en dejar de lado mis queridos “Damiancitos”). En la mayoría de los casos, las causas que llevan a que alguien aprecie más o menos una obra son difíciles de explicar, porque están relacionadas a lo emocional. Aunque también muchas veces hay motivos racionales e ideológicos que entran en juego. Creo que este es el caso.
The hurt locker narra el día a día de un escuadrón del ejército norteamericano especializado en desactivar explosivos. El film sucede en Irak, aunque la película no se ocupa de hacer referencias muy específicas sobre el conflicto en sí. El protagonista principal es el sargento William James (Jeremy Renner), un arriesgado especialista que constantemente parece desafiar lo que el sentido común, e incluso las reglas del ejército, dictan. Esto hace que sus dos nuevos compañeros (en realidad James se suma al escuadrón en reemplazo de otro especialista), lo vean con recelo y hasta como una posible amenaza. Así, los días irán pasando de misión en misión, cada una más estresante que la anterior.

Antes que nada, quiero dejar en claro que la película no me pareció “mala”. Al contrario, creo que posee altos valores de producción. La dirección de Kathryn Bigelow es realmente tensionante. Logra poner al espectador en la piel de los soldados en medio de un escenario hostil en el que nunca se sabe quién es aliado y quién enemigo. Mucha cámara en mano, mucho vértigo, mucho impacto visual. Dado este estilo de filmación, es también de elogiar el trabajo de Renner, quien logra una intensa actuación a base de actitudes, gestos y reacciones en situaciones en las que se toman decisiones de vida o muerte en cuestión de segundos. En realidad, todo el elenco brinda buenos trabajos. Y, desde ya, todos los aspectos técnicos del film (sonido, edición, fotografía) son excepcionales.
Ahora bien, vayamos a lo que a (lo subrayo porque me parece importante) me ocurrió con el film. Primero, me costó mucho identificarme con los protagonistas. Entiendo que un norteamericano sienta empatía con estos soldados que arriesgan su vida a miles de kilómetros de su hogar. Pero yo no puedo evitar sentir cierto rechazo hacia estos tipos vestidos de verde apuntando sus armas y gritándole a cualquier civil iraquí que les parezca sospechoso. Entiendo la naturaleza peligrosa de la situación, pero desde el vamos no puedo dejar de lado mi percepción de los hechos. Además, el personaje de James llega al colmo de lo temerario, y sus actitudes nunca terminaron de tener para mí una explicación satisfactoria.

La película no emite juicios de valor acerca del conflicto (esto no es inherentemente malo). De hecho, parece estar interesada en un enfoque más general sobre la naturaleza humana, la cual hace que a veces realicemos acciones que van más allá de cualquier lógica. De allí que el film comience con la frase “La guerra es una droga”. El propósito de la película es, entonces, meternos en un mundo en el que los hombres actúan siguiendo su necesidad de adrenalina, y no su raciocinio. Esto no deja se ser interesante, y la película realmente hace justicia a esta adrenalina, pero yo no pude dejar de sentirme alejado emocionalmente de esta idea y del protagonista. Por ello, sin importar lo bien dirigido que esté el film ni lo bien que esté Renner en su papel, no logré que la historia se meta bajo mi piel.
Por otro lado, el guión está estructurado a través de lo que ocurre en distintos días. Así, se podría dividir la trama en cada una de las situaciones que los protagonistas deben atravesar. Todas situaciones ejecutadas de manera experta, como dije. Pero que tampoco me ayudaron a que dramáticamente el film me aportara mucho ni fuera creciendo con el paso de los minutos. Para colmo, el único momento en que los tres hombres generan una especie de vínculo personal, lo hacen totalmente borrachos y comportándose como el típico soldado americano: jugando a darse trompadas. Para alguien que aborrece las doctrinas (religiosas o militares) este tipo de comportamientos me parecen ridículos, así que tampoco hubo afinidad por ese lado.

En fin. Sinceramente, le pongo puntuación al film porque lo tengo como costumbre, pero hace rato que me vengo replanteando esto de dar puntajes. Creo que le da al comentario un anclaje que tal vez no sea del todo ilustrativo. En este caso, con mi reseña quise dejar bien en claro las causas que llevaron a que yo no pudiera disfrutar de esta película como sus niveles de realización ameritarían. No tengo dudas que muchísima gente va a poder apreciar la adrenalina que el film tan bien transmite. Y me parece fantástico que así sea. Y ojo que yo soy uno de los primeros en defender este tipo de cine. Pero en este caso, algo me pasó. Algo me alejó. Espero que les haya quedado claro qué fue, para que cuando vean la película no se pregunten “¿Cómo mierda no le gustó a Damián este peliculón?” Simple. Esto es cine, queridos amigos. Y todos tenemos la razón.

The hurt locker se estrena en Argentina el 4 de febrero.