viernes, 4 de enero de 2008

Entre Copas

No se confundan con la foto y el título. No voy a hablar de la extraordinaria película que da nombre a este posteo, pero sí de algo que está muy relacionado. Acabo de cenar con la mujer que amo. Y hay pocas cosas que yo disfrute más que tener una cena romántica y relajada con un buen vino de por medio. Tinto, claro. Realmente, compadezco a las personas que no disfrutan del buen vino. Bah, que no saben disfrutar de la buena bebida en general (así como del buen comer). Y ojo, no hablo de ponerse en pedo. Para nada. Hablo del placer de sentarse a compartir una botella de vino con el ser amado, en un lugar acogedor, con una suave música de fondo (jazz, bossa nova, soul están entre los estilos indicados) y disfrutando una sabrosa cena. Puede ser tanto en un restaurant como en nuestra propia casa. Eso es lo de menos. Lo fundamental es encontrar un lugar del cual poder apropiarnos. Y regar la velada con ese vino. Y deleitarse con la forma en la que vamos aliviando nuestras tensiones, en que los sentidos se relajan y nuestras inhibiciones van quedando atrás. Entrar en contacto con nuestra esencia, con nuestro verdadero ser, alejados de la locura diaria. Me encanta esa primera sensación que te da el trago inicial, el que te pone en clima, el que abre la puerta a ese espacio de tiempo en el cual tus sentidos entran en una extraña vigilia. Las piernas se ablandan un poco, las manos se relajan, las emociones se agudizan.
Es ese placer que Entre Copas transmitía tan bien. El de encontrar momentos únicos, refugios inventados por nosotros mismos en los cuales nos olvidamos de los problemas y nos entregamos al deleite de compartir aquello que nos da placer. Ese momento en el cual nos conectamos con otra persona y donde un buen vino es el cómplice ideal de aquella comunión. Doy gracias por tener al lado alguien que comparta estos pequeños placeres que, creo yo, son los que van apuntalando nuestra vida. Y doy gracias por el vino, claro. Salute.

jueves, 3 de enero de 2008

Expedientes X

En esta nueva entrega, el caso que nos ocupa no está relacionado con una desaparición, sino más bien con una metamorfosis. Vamos a estudiar el extraño caso del Sr. Mickey Rourke. Este actor, en algún momento, demostró reunir dos condiciones importantes: pinta y talento. Luego de aparecer en películas laureadas como Diner o La Ley de la Calle, se convirtió en una estrella internacional gracias a Nueve semanas y media. Además de ser un galán, el tipo fue demostrando que era un actor valioso. Sus actuaciones en Corazón Satánico y Mariposas de la Noche darían fe de esto. Pero, paulatinamente, algo empezó a ocurrir en su vida. Primero fueron las películas pedorras (Horas Desesperadas, Harley Davidson & Marlboro Man, Orquídea Salvaje) las que hicieron tambalear su carrera. Pero luego, una especie de extraña metamorfosis fue ocurriendo en su rostro. Algunos la atribuyeron a los golpes que recibió durante su carrera de boxeador, comenzada por esos años. Otros, dicen que chocó su moto contra un camión que transportaba bótox. También, que se emborrachó en el desierto de México y se quedó dormido encima de un hormiguero toda una noche. Lo cierto es que su apariencia fue sufriendo grotescas mutaciones, hasta convertirse en este personaje indescifrable.



Muchos, incluso, han llegado a decir que el Mickey Rourke verdadero fue suplantado por un alien, a la manera de Los Usurpadores de Cuerpos. Son todas teorías que se están investigando. Lo único cierto es que hoy tenemos entre nosotros a este extravagante tipejo. ¿Qué ocurrió con el Mickey original? Tal vez nunca lo sepamos...

miércoles, 2 de enero de 2008

Un Jefe Controlado

La última votación del año, para saber cuál jefe televisivo era vuestro favorito, arrojó como ganador, justamente, al "Jefe" (su nombre real era Tadeo, aunque también respondía al alias de Harold Clark). Personalmente, mi elección era el que salió 5º, David Brent, la notable creación de Ricky Gervais para The Office (Inglaterra). Pero esto no quita que adore al ganador, como también a los otros postulados. La verdad, que era una elección jodida. Todos son personajes no sólo brillantes sino, en más de un caso, entrañables. Y que merecen cada uno un párrafo aparte.
Pero hablemos del winner. La elección de "El Jefe", querido personaje de esa inolvidable creación de Mel Brooks llamada El Súperagente 86 (Get Smart), tiene sin dudas para la mayoría de nosotros un alto valor emotivo. Todos hemos crecido mirando al inepto Maxwell Smart, a la sexy a go gó 99 y al malhumorado Jefe de Control luchar contra los malvados de KAOS. Debemos ser muchos los que nos conocemos de memoria no sólo sus capítulos, sino varios de sus diálogos. Un programa que marcó un antes y un después en el humor televisivo. Atrás de cada cagada que se mandaba Max, estaba la mirada atenta y severa del Jefe. Siempre me pregunté si Max era tan inútil, por qué no lo rajaban, pero bueno... Lo cierto es que el personaje del Jefe era genial, en gran parte gracias a la exacta interpretación del actor, que le imprimía las dosis justas de seriedad y comicidad.
¿Sabían que Edward Platt, el actor que hacía del Jefe, fue un tipo de larga trayectoria que laburó, entre otros, junto a James Dean (en Rebelde sin Causa)? Algo que me llamó la atención es que murió en 1974 a los 58 años. Teniendo en cuenta que la serie se emitió entre 1965 y 1970, sorprende pensar que era bastante menor de lo que aparentaba. Pero bueno, también, tener que aguantarlo a Smart todos los días te avejenta 10 años...
Para los que no lo saben, a mediadios de este año se estrenará una nueva versión cinematográfica del Agente 86, con Steve Carrell (el Michael Scott de The Office yanqui) como Max, Anne Hathaway como la 99 y Alan Arkin como el Jefe. Y parece que, en una pequeña aparición, Bill Murray hará del agente 13. El elenco pinta bien, vamos a ver qué sale.