viernes, 6 de junio de 2008

Jueguito 15

Viernes. Jueguito pasión de multitudes. Aclaro que cualquiera de los miles de visitantes diarios que tiene este blog puede participar.

La tabla viene así:

1-Martín: 325 pts.
2-Semila: 245 pts.
3-Peile: 180 pts.
4-Juliana: 110 pts.
5-Wonder Woman: 95 pts.
6-CCDSY: 85 pts.
7-Mangosta: 55 pts.
8-Jorge: 45 pts.
9-Howard Roark: 25 pts.
10-Cecydececy: 20 pts.
11-Migoz: 15 pts.

La fotito de hoy (Segunda actualización 08/06: ahí agrandé el margen un poco más... Esmérense):


Las preguntas:

1-Actor izquierda: 25 pts.
2-Actor derecha: 25 pts.
3-Un actor de esta peli estuvo en exitosa serie de los 70s. Nombrar actor y serie: 20 pts.
4-Por una peli del mismo año, un actor ahora muy conocido tuvo su primera nominación al Oscar. Nombrar actor y película: 20 pts.
5-Ese mismo año, un futuro ganador del Oscar participaba en un éxito de taquilla. Nombrar ambos: 25 pts.
6-El actor de la izquierda tuvo un cameo en una peli en la que actuaba un integrante de El Padrino. ¿Que peli era?: 20 pts.

Les recuerdo que si alguna de estas preguntas tiene más de una respuesta posible, me importa un bledo. Sólo vale la que yo pensé. Así de malito soy.

miércoles, 4 de junio de 2008

El sueño de Cassandra


Título original: Cassandra's dream (2007) / Dirección: Woody Allen / Elenco: Ewan McGregor, Colin Farrell, Tom Wilkinson / Duración: 108 minutos


Hace rato que Woody Allen viene en un declive artístico importante. Sus obras destacables de los últimos 15 años pueden contarse con los dedos de una mano. Bullets over Broadway (1994), Deconstructing Harry (1997), Sweet and lowdown (1999) y Match Point (2005) son algunas de ellas. Pero El sueño de Cassandra, su último film, no sólo sigue en esa senda de pobreza artística, sino que la acentúa. Y nos hace preguntar si a Woody, uno de los indudables genios en la historia del cine, no se le habrá secado definitivamente su pozo creativo.
Ian (Ewan McGregor) y Terry (Collin Farrell) son dos hermanos ingleses de clase media que aspiran a un poco más en la vida. El primero regentea el decadente restaurant de su padre, mientras que el otro trabaja como mecánico. Son dos tipos laburadores y tenaces que quieren avanzar. Con un poco de esfuerzo, inclusive, logran comprarse un pequeño barco a vela. De a poco, todo parece que puede ir mejorando para ellos. Pero ambos tienen sus debilidades. Ian es ambicioso y calculador; Terry aficionado al juego y a la bebida. Y todos estos elementos se conjugarán para que las cosas se compliquen más de la cuenta, debiendo los muchachos recurrir a su millonario tío Harry (Tom Wilkinson), quien les ofrece una solución a sus problemas. Pero esta solución incluye, previsiblemente, un crimen.

Desde los títulos (con la ya clásica tipografía de sus películas) Woody nos avisa que el tono del film no será liviano. No suena ninguna simpática melodía de jazz, sino una opresiva música clásica que preanuncia un drama. Esto ya nos retrotrae a Match Point, una película similar en tono y temática, pero superior en su factura y ejecución. Allen parece tener una obsesión con la trama policial en la que los personajes deben recurrir al crimen para mantener o mejorar su status social. Crímenes y pecados, Match Point y Scoop, de distintas maneras, incluían este aspecto. Pero Woody no le da una vuelta de tuerca al asunto, sino que cuenta más o menos la misma historia, sin tener nada nuevo que aportar.
La peli está estructurada de manera bastante lineal. Los protagonistas van tomando decisiones algo caprichosas, a veces sin muchas explicaciones. Las cosas que suceden parecen una mera excusa arbitraria para que ocurran otras. Es como si el guión incluyera todos los elementos típicos de una trama criminal (sus causas y sus derivaciones), pero hilvanados por una lógica muy básica. No se brinda una perspectiva esclarecedora u original sobre el tema. No se logra una gran profundidad dramática. Así, la trama avanza de manera torpe y esquemática, carente casi de interés.

Las actuaciones tal vez sean lo más destacable del film. Al menos McGregor y Farrell le aportan solvencia a sus personajes, lo mismo que Wilkinson en su rol de reparto. No son actuaciones brillantes, pero hacen lo que pueden con un guión que se queda a mitad de camino de todo. Los personajes son previsibles, los diálogos son trillados, y la trama se va desdibujando cada vez más, hasta llegar a un desenlace abrupto, sin sutilezas ni sorpresas, que evidencia la falta de vigor del director.
Es triste hablar así de alguien a quien admiro tanto, pero la decepción es grande, aunque no nueva. Una vez le pregunté a Alfredo Rosso, notable periodista de rock, por qué creía él que algunos artistas disminuyen su nivel cuando envejecen. Y me contestó que la edad no tiene nada que ver. Según su óptica, un artista tiene una cantidad limitada de cosas para decir. Y una vez que aportó lo suyo, es natural que tienda a reiterarse. Y a cansarse... Me da la impresión de que Woody ya aportó lo suyo. Por suerte para nosotros, fue mucho. Muchísimo. Y aquellos quienes amamos el buen cine, lo admiraremos siempre. Y deseamos, sin duda, que le quede alguna carta bajo la manga. Tal vez aun esté a tiempo de sorprendernos. Y si no lo hace, igualmente lo perdonaremos. Él se lo merece. En definitiva, querido Woody, por más que ahora estemos algo alejados, siempre tendremos Manhattan...
El sueño de Cassandra se estrena en Argentina el jueves 5 de junio.